Campeones del mundo: A un año del título de Argentina

Maximiliano Mendaña, comentarista de GOLPERU, nos comparte el aniversario de la Selección Argentina al ganar su tercera estrella en Qatar. Entre risas, lágrimas y emociones como una montaña rusa, Lionel Messi tocaba el cielo.

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Esta semana se cumplió un año de la consagración de la selección Argentina en el mundial de Qatar. Un año, tal vez, de la final más emotiva en la historia de los mundiales y como era de esperarse las redes sociales se llenaron de videos, fotos y comentarios alusivos a la fecha. En su mayoría teniendo a Messi de protagonista, algunos otros al Dibu Martínez o Ángel Di María, sin duda tres de los máximos protagonistas de aquel día.

Sin embargo, fue poco lo que vi o leí sobre, para mí, el principal responsable de esa proeza: Lionel Scaloni. Más de uno puede pensar que exagero en colocarlo por encima de Messi o el resto de los futbolistas y los entiendo, “los que entran a la cancha son los jugadores” dirá la mayoría y eso es totalmente cierto. Pero desde mi perspectiva y en este caso en particular el entrenador ha sido igual o más importante que cualquier otro futbolista, incluso más que él diez.

No perdamos de vista que Scaloni inició su camino como DT de la selección Argentina de interino, después de lo que fue la eliminación, con goleada incluida, en Rusia 2018 y con todo lo que se había dicho del entrenador anterior y su pésima relación con el grupo de jugadores. En ese contexto y después de varios intentos fallidos de “Chiqui” Tapia, presidente de la AFA, por convencer a algún entrenador de renombre, entre ellos Simeone y Gallardo, fue que apareció el nombre de Scaloni.

En ese momento las criticas llovieron de todos lados, no solo los hinchas y los periodistas desaprobaban la decisión, incluso una gran mayoría del mundo fútbol calificaban de “locura” la designación del nuevo entrenador por su falta de experiencia. Incluso el mismo Diego Maradona salió a declarar en contra de él por ser un “desconocido”.

Pero lo lindo de este deporte es que siempre da revancha. Pese a todo ese contexto negativo y la falta de credibilidad por parte de la gran mayoría, Lionel Scaloni se mantuvo en el cargo. Su primer gran reto fue la copa América del 2019 donde terminó tercero ganándole el último partido a Chile. Futbolísticamente, el equipo no fue nada del otro mundo, pero la expectativa no era muy alta considerando que Argentina venia de un mundial desastroso y había muchas caras nuevas que empezaban a aparecer por primera vez.

En 2021 llegaba una nueva copa América, otra vez en Brasil igual que en 2019, pero esta vez sin público por culpa del COVID. Vale mencionar que esta edición estaba pensada para jugarse en Argentina, pero CONMEBOL y FIFA decidieron dársela nuevamente a Brasil tomando como excusa la pandemia. Lo raro de esta decisión es que en ese momento era uno de los países con mayor número de contagiados en la región, en fin.

Si bien el contexto no parecía ser el mejor considerando todo lo mencionado anteriormente esta vez la historia iba a ser distinta. Argentina llegó a la final ni más ni menos que contra Brasil, dueño de casa y vigente campeón, en el Maracaná. Porque si algo faltaba para hacer más épica la historia de Scaloni y su selección no era solo romper el maleficio de las finales perdidas era hacerlo frente al eterno rival y en su cancha. Dicho y hecho, después de 28 años la albiceleste volvía a ser dueña del continente gracias a un “desconocido”.

Después de eso, el resto es historia conocida, hoy con el diario del lunes ya nadie le cuestiona nada, pero yo conservo el deber de la memoria y lo que aún enaltece más a Scaloni es que pese a todos los maltratos y adjetivos calificativos que recibió nunca salió a responder de mala manera, nunca un maltrato o una mala cara. Incluso hoy que dejó de ser un “desconocido” para ser un “intocable” y que podría enaltecerse a sí mismo, como suelen hacer muchos otros cada vez que pueden haciendo referencia a sus propios logros, él sigue eligiendo lo sencillo, sin usar palabras rebuscadas ni ternos caros. Humildad le llaman.