De la selección se habló mucho en este 2023. Por la mala eliminatoria que se hizo. Por el juego inconsistente que mostró. Por la respuesta por debajo del nivel de muchos de sus futbolistas. Por el entrenador que dijo mucho y consiguió poco.
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Se pretende dar vuelta a la página, apelando otra vez a la vieja receta que en la selección dio frutos en los últimos tiempos. Entrenador extranjero, con experiencia en nuestro país, con llegada al jugador, y no solo al jugador, también con los hinchas.
Con frecuencia hemos ingresado al terreno de “al jugador peruano le viene mejor un entrenador paternalista”, y para muestra tenemos varios “botones”. Y es que, si nos vamos a la Eliminatoria para Francia 98, fue Juan Carlos Oblitas el técnico. Un entrenador cuya relación cercana al futbolista hizo que se hable de “paternalismo”.
Oblitas blindó lo que pudo blindar al plantel en aquel proceso, y consiguió que su mensaje cale en el jugador de una selección que venía de varias eliminatorias lamentables. El equipo sabía a lo que jugaba y tenía un nivel de compromiso con el entrenador que lindaba con uno propio del parentesco consanguíneo. Perú quedó fuera del repechaje por diferencia de goles, pero el “feeling” con el jugador y con la hinchada sentó un precedente.
Generalmente, se habla de la relación “paternalista” solo del técnico/jugador, pero creo que es una combinación más poderosa cuando este aspecto abarca también a los hinchas. Para las eliminatorias para el mundial de Rusia 2018, la selección encontró equipo, el futbolista era cercano al DT, y la gente estaba a muerte con Ricardo Gareca. No solo el futbolista se activa con el mensaje del técnico, en una selección, también es importante que conecte con su público. Perú jugaba bien, ganaba puntos, se subía a podios, y el discurso del entrenador siempre iba para adelante.
En función al “todos”, integrando, no separando responsabilidades cuando las cosas no salían, ni exponiendo al futbolista o a un tercero por algún error puntual. Porque también se tuvo momentos en los que no se ganaba. Entonces, convengamos que a nuestra selección le viene mejor un técnico “paternalista”. No hay que ruborizarse para reconocerlo, en los últimos años, nos fue mejor con ese perfil. Y no se trata solo de ese rasgo para encontrar el éxito, pero si colabora con las otras cualidades que pueda tener un profesional dentro de su propuesta futbolística.
¿Jorge Fossati tiene estas características? La respuesta la tendrá el futbolista, si nos va bien, no será solo por ese detalle. Si nos va mal, tampoco será porque no le dio un abrazo a un futbolista. Pero vaya que, en nuestro país, al no tener un amplio universo de futbolistas seleccionables y competitivos, necesitamos brindarle a la selección la mayor cantidad de argumentos para intentar revertir la situación. Recuperar confianza, llegar a la cabeza del futbolista, volver a conectar con la tribuna, y jugar, JUGAR. Suena simple, pero hay que encontrarlo. Jorge Fossati y la selección tienen la palabra.
¡Veremos!